Before Sunrise (Película): la noche más hermosa de todas

Casi siempre prefiero ver películas nuevas (es decir, que nunca haya visto) que volver a visitar algún film familiar. Normalmente se debe a encontrarme de pronto entre un grupo de amigos que selecciona al azar una historia que ya vi y vuelvo a ver en su compañía. Son pocas las veces, aunque sí ocurre, en que digo "hoy tengo ganas de volver a ver tal película". Me pasó con Her un par de veces y con La La Land en más de una docena de oportunidades (!), pero mi experiencia más reciente en esa línea fue con Before Sunrise.

Vi esta película hace años y me encantó. La volví a ver años más tarde cuando supe que existía una trilogía y entonces vi las tres historias, una noche tras otra. Después volví a verla, no recuerdo por qué razón y hace un par de semanas comencé a encontrármela en las redes sociales, en las historias de mis conocidos y quise volver a verla, como si algo dentro de mí necesitase verla de nuevo ahora.
Before Sunrise cuenta la historia de Céline (Julie Delpy), una estudiante francesa, y Jesse (Ethan Hawke), un joven estadounidense que viaja por Europa tras ser abandonado por su novia. Ambos se conocen en un tren con destino a París, aunque Jesse se bajará en Viena para tomar su avión de regreso a los EEUU, pero cuando comienzan a hablar, surge una conexión entre ellos. Hablan de las voces de las parejas que envejecen, de cómo y por qué están en ese tren, de sus lecturas, sus fantasías de adolescencia, la crianza de sus padres, de tantas cosas en tan pocas horas que cuando el tren se detiene en Viena, ambos desean que el encuentro continúe. Y los espectadores también.

La forma en que Jesse logra convencer a Céline para que se baje del tren y recorran Viena durante una única noche (el vuelo de Jesse sale a las 9:30 am) es una de las ocurrencias más románticas y originales que he visto en este tipo de historias. Y lo mejor es que siento que puede funcionar (allí les dejo el dato, caballeros). Lo cierto es que ambos se bajan y comienzan a recorrer la ciudad sin ningún destino fijo, porque no es la locación lo que importa, sino permanecer juntos.

Esa noche en la ciudad, los protagonistas visitan el cementerio de los sin nombre, hablan de la vida, la muerte, el sexo, se confiesan cosas, se topan con actores de teatro, con una fortune teller y con un poeta vagabundo que, a orillas del río, les improvisa a la pareja - a cambio de unas monedas - un poema que habla sobre "ramas flotando en la corriente", sin importar de dónde vienen y a dónde van. Son ellos y él hombre lo ha percibido al mirarlos. Se trata de la noche más hermosa de todas, de la cita más increíble que puede uno desear y de compartir en una noche más y sentir más intensamente que lo que puede otra persona compartir y desear durante toda una vida.

Si una película de terror debe hacernos sentir miedo, una película romántica debe hacernos sentir amor, debe enamorarmos, hacernos sonreír, suspirar y desear tener una relación como la que se ve en la pantalla. Esta cinta lo logra. Cuando la noche comienza a transformarse en día y los jóvenes amantes comparten unas copas de vino en un jardín de cualquier parte, desean que la noche se detenga, que no termine, e igual nosotros que los vemos. Queremos que permanezcan juntos, que esa única noche sea eterna y lo deseamos porque si estuviéramos en su lugar, desearíamos aferrarnos para siempre a ese instante de perfección al haber encontrado a esa persona especial.

Sabemos que es muy difícil vivir este tipo de experiencias en la vida real, pero la película nos hace creer que es posible y que en un caso así, no hay que negar los sentimientos. La despedida en el andén nos hace llorar y sonreír. Prometen reencontrarse seis meses después en el mismo lugar, pero luego, cuando los vemos a cada uno en un vehículo distinto, nos surge la duda ¿se encontrarán? ¿volverán a verse? y la película termina. Es una buena historia, muy romántica, le doy un 8/10 en especial por las actuaciones (resultan encantadores), esa química entre los protagonistas y el guión que lleva el mayor peso en una película con un presupuesto modesto. El haber elegido Viena como locación en lugar de París, Roma o NYC, destinos archi repetidos, también le da un aura mágica a la historia y a la ciudad. Si no han visto Before Sunrise, háganlo y verán que van a querer viajar en tren, van a querer conocer Viena, pero sobre todo, van a querer enamorarse.

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