De mis primeros autorretratos; de autoconocerme.

Por mis redes sociales comencé con los autorretratos, o me atrevo a decir que me di a conocer gracias a ellos. Autorretratarme me permite drenar mis emociones, distraerme, y sobre todo conocer un poco más. Me he retrato en momentos buenos y otro no tanto; cuando estoy quebrada o cuando exploto de felicidad, pero resulta que los que más me gustan son aquellos donde mi día ha sido una mierda y he buscado la cámara para mirarme, hablarme, y abrazarme.

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El autorretrato siempre tiene una carga psicológica, y como dice Calvo Serraller: “los autorretratos poseen una belleza que no es la de la hermosura, sino la de la perspectiva psicológica del retratado. Es una presentación de la personalidad y de la vanidad del individuo”. Y entonces pienso que también hay una carga narcisista en ellos, porque aunque sean hechos en los peores momentos, buscamos -de una manera u otra- sanar, mejorar y vernos mejor; en otras oportunidades.

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Conocernos cuesta, no es fácil, pero el autorretrato funciona como un espejo donde nos exploramos continuamente. Eso hacía Vicent van Gogh y muchos otros pintores. Nos exploramos y evolucionamos; no conocemos en la intimidad pero nos hacemos públicos con todas nuestras vulnerabilidades, con nuestro mundo interior a la intemperie. Pero lo más lindo de todo, es que la fotografía nos ayuda a sanar y reencontrarnos... siempre.

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Todas las fotos fueron tomadas con una Canon EOS Rebel T3i

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